Julian Assange frente al espejo de Bitcoin: símbolos de lucha contra un sistema corrupto
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Social ProfitsTras un largo periplo de acusaciones, persecución judicial y hostilidad política, Julian Assange recuperó su libertad y llegó a su Australia natal el 26 de junio. El fundador de Wikileaks pagó un alto precio, tras publicar en 2010 más de 250.000 cables diplomáticos estadounidenses. Casi fue condenado a 175 años de prisión por cargos criminales.
A 12 años del comienzo de este derrotero, la figura del periodista es considerada por sus seguidores como símbolo de la democracia y la libertad de prensa. Sus detractores, como alguien peligroso que atentó contra los Estados Unidos y el orden político global. Y lo hizo apelando a herramientas tecnológicas descentralizadas y transparentes.
Hasta aquí, la mitología de Assange tiene una similitud evidente con Bitcoin (BTC). Pero no son las únicas cruces y bifurcaciones de una historia sobre instituciones que se desangran en su autoridad y atraviesan una legitimidad en franco retroceso.
Autodenominado como un “criptopunk”, Assange reveló información confidencial y secretos de estado que le suministró su “topo”, el analista Bradley Edward Manning (actualmente, Chelsea Manning). Los documentos filtrados expusieron las entrañas de un sistema absolutamente corrompido, que provocaron revueltas y protestas en varios países.
Los motivos detrás de las guerras lanzadas por Estados Unidos en Afganistán e Irak, las operaciones de ciberataques de la CIA (Agencia Central de Inteligencia de EE. UU.) y el “cablegate” dejaron de manifiesto la hipocresía y la violencia perpetrados por gobiernos de todo el mundo, sacando a la luz casos de sobornos, lavado de dinero y otras actividades ilícitas.
Al igual que en la economía, donde el individuo poco puede hacer ante las reglas de gobiernos, bancos centrales, centros financieros y grandes corporaciones que moldean la gobernanza económica global, el caso Assange expone la vulnerabilidad del ciudadano ante los mandatos de la “seguridad” del Estado.
En ambos casos, las libertades y derechos garantizados de iure desaparecen ante el poder que quiere limitarlo para la supervivencia de la comunidad.
Sin embargo, los avances tecnológicos modificaron la matriz de esa desigualdad. La conectividad a escala planetaria y las formas de circulación de los datos y de la información al alcance del individuo ampliaron la capacidad del público para comunicarse e intercambiar con otros.
Por la transparencia y contra la centralización
Julian Assange y la criptomoneda de Satoshi Nakamoto se erigieron como símbolos de resistencia contra estructuras de poder centralizadas y opacas, que se desconoce quiénes las controlan, bajo qué objetivos y con qué intereses.
Timothy Garton Ash, en su libro “Libertad de palabra”, sostiene que el carácter de un régimen es como una proporción entre dos variables: lo que el Estado sabe del ciudadano (E) y lo que el ciudadano sabe del Estado (C).
“Cuanto mayor sea la proporción de C respecto a E, mejor será el Estado en cuestión. El mejor Estado es el que combina la mayor privacidad posible para el ciudadano con la transparencia de los gobernantes. El peor es aquel donde el ciudadano es transparente para el Estado (…) pero el Estado es totalmente opaco para el ciudadano”, señala Garton Ash.
El ejemplo de Wikileaks fue la máxima expresión de estos principios, al exponer a Assange los oscuros secretos del poder. Este periodismo molecular y colaborativo, apelando a tecnologías criptográficas, sorteó los mecanismos de coerción que se justifican en nombre de la seguridad nacional.
Los bitcoins, por su lado, son la contracara de lo mismo en el régimen económico: una unidad de valor transparente, autorregulada y descentralizada, que opera en una red que el Estado no puede adulterar. Los intercambios pueden verse a lo largo de todo el protocolo, pero no es fácil identificarlos con las personas.
“La criptografía no sólo puede proteger las libertades de los individuos, sino la soberanía y la independencia de países enteros, la solidaridad entre grupos con una causa común, y el proyecto de una emancipación global. Puede ser usada no solo para luchar contra la tiranía del Estado sobre el individuo, sino contra la tiranía del imperio sobre la colonia”, señala Assange en el libro “Criptopunks. La Libertad y el futuro de internet”.
Un sistema “revolucionario” que le permitió sobrevivir
En 2013, tras la erupción del escándalo por los documentos filtrados, todas las cuentas financieras y las tarjetas de crédito de Julian Assange fueron congeladas.
Visa, Mastercard, Paypal, Amazon, entre otras compañías, se unieron en la persecución del periodista. Nuevamente, las instituciones financieras tradicionales mostraron una capacidad coercitiva y policial, en alianza con el poder de turno.
La única forma de sostener a Wikileaks y los miembros que apoyaban el proyecto fue a través de donaciones de bitcoins. Según un informe del británico “The Times”, la plataforma de filtración aprovechó el fuerte aumento del valor de Bitcoin en los últimos años.
De manera temprana, Assange fue un admirador de la criptomoneda. Vio una conexión entre la moneda artificial y su ideología de que la sociedad civil debe organizarse por fuera de las estructuras existentes corrompidas.
En Criptopunks, Assange sostiene que las tres libertades fundamentales son la “libertad de comunicación, la libertad de movimiento y la libertad de interacción económica”. Todas ellas están amenazadas y se pueden controlar mediante los cambios tecnológicos.
“Si le compras algo a tu vecino con tu tarjeta VISA, lo que en una sociedad mercantil tradicional podrías haber hecho de forma casi privada (…), todo el mundo se entera. Las principales potencias occidentales comparten la información sobre las transacciones y las almacenan para siempre”, argumenta Assange.
Para el periodista, desde ese punto de vista, bitcoin genera problemas y beneficios similares al efectivo. Sin embargo, permite controlar el propio dinero sin intermediarios, a diferencia del dinero fiat.
“Una vez que está en tu poder estás seguro de que has recibido el pago, el cheque no puede ser cancelado, el banco no puede dar marcha atrás. Se cortan los lazos de las relaciones de fuerza coercitiva”, expuso en el libro Criptopunks.
Más allá de las ventajas, para Assange, Bitcoin “es una revolución” y la “verdadera Occupy Wall Street”, por su desafío a las instituciones financieras tradicionales. Y la calificó como un “equilibrio casi perfecto” capaz de lograr un “verdadero consenso global” en las transacciones.
“Las transacciones de toda la economía Bitcoin son completamente públicas. Y así es cómo funciona; necesita ser así para que todo el mundo concuerde en que una transacción ha tenido lugar; que la cuenta de origen ahora tiene menos dinero y la cuenta de destino tiene más”, señala Assange en Criptopunk.
“Lo realmente innovador de Bitcoin es la distribución y los algoritmos que la hacen posible para que no tengas que confiar en ninguna parte de la red financiera de Bitcoin. La confianza está distribuida”, reflexiona en el libro.
Resistencia y oposición
Tanto Bitcoin como Assange enfrentaron en los últimos años una dura oposición y resistencias desde su aparición en el firmamento global.
El fundador de Wikileaks estuvo en una situación de asilo político durante varios años, a raíz de su persecución judicial. Enfrentó varios años de cárcel, tras ser detenido en la embajada de Ecuador en 2019 del Reino Unido, en una franca violación de las reglas diplomáticas. Afrontó varios pedidos de extradición a Estados Unidos.
En el espejo de quiebre del sistema, Bitcoin también ha sido objeto de regulaciones estrictas y de prohibiciones en varios países. Las transacciones de la criptomoneda continúan prohibidas o enfrentan serias trabas, como reportó CriptoNoticias en el caso de China.
Sin embargo, la fortaleza del activo digital y su creciente adopción a nivel mundial está quebrando varias resistencias. Hasta ahora, solo El Salvador logró legalizar a bitcoin como una moneda de curso legal.
En el marco de esta pulseada, la tecnología ha sido fundamental en las trincheras de resistencia, tanto para la filtración de los documentos clasificados, como en la seguridad de Bitcoin.
La utilización de cifrado avanzado por parte de WikiLeaks permitió proteger las identidades de las fuentes y la circulación de la información. Por su lado, las cadenas criptográficas y algorítmicas de Bitcoin aseguran que las transacciones tengan mayor seguridad, control y privacidad para el propietario que cualquier otro sistema.
Sin embargo, el propio Julian Assange formuló el dilema sobre cuál de las libertades tiene una jerarquía superior, al confrontar los ideales de Wikileaks y del ecosistema de Bitcoin.
“¿No es acaso la libertad, o privacidad, de las interacciones económicas en realidad más importante que la libertad de expresión, porque son estas las que realmente apuntalan toda la estructura de la sociedad?”, se preguntó Assange en Criptopunks.